
UN PÁJARO DE LEYENDA DE NUESTRO NORTE ARGENTINO SE ENCUENTRA EN PELIGRO DE EXTINCIÓN DEFINITIVA, QUE HACEMOS PARA EVITARLO ?
Cuenta la gente, allá en el pago, lo sucedido entre dos hermanos. Cuando él volvía de la jornada, agua y comida jamás encontraba. Cansado un día de soportarla la llevó al monte para castigarla. Sobre un árbol, ella esperaba, mientras el mozo de allí se alejaba. A sus reclamos, los llevó el viento, en su garganta, quejumbre y lamento. Con triste grito busca a su hermano; Kakuy se llama y vive penando…” cantaban Los Hermanos Carabajal inmortalizando la leyenda de unas de las aves más misteriosas de las selvas y montes del norte del país.
Al Nyctibius griseus se lo conoce comúnmente como Kakuy o Urutaú, nombres dados en lengua quechua y guaraní respectivamente. “Es una especie de ave caprimulgiforme que habita desde Centroamérica hasta el noreste de Argentina. En Catamarca y otras provincias del país se la considera una especie vulnerable donde la amenaza principal es la tala indiscriminada y el desmonte para siembra”, cuenta el biólogo Roberto Salinas a Catamarca/12.
El algunos lugares, también se lo nombra “pájaro fantasma”, ya que camufla su plumaje con la corteza de los árboles del monte, o “pájaro estaca”, porque generalmente se encuentra posando en el extremo de los árboles, inmóvil y erguido durante el día. Sin embargo, es en la oscuridad de la noche, cuando el Kakuy despliega todo su misterio y emprende su vuelo para salir de caza.
Salinas señala que aunque popularmente se lo represente como un animal maligno, se trata de un ave totalmente inofensiva y dócil. “Su dieta es casi exclusivamente de polillas y algún otro insecto que salga de noche. Tiene una boca grande que abre y las atrapa en el vuelo”.
El Kakuy mide entre 33 y 38 centímetros y tiene un plumaje de tonos marrones, pardos, negros y grises que le permite camuflarse perfectamente con los troncos de los lugares donde vive. “Tiene unos ojos amarillos que resaltan con su plumaje y son pájaros muy difíciles de ver, aunque no de escuchar. Su grito es melancólico y persistente, como llanto o lamento humano y es esta característica, junto a su hábito nocturno, la que generó la mayoría de las leyendas”, cuenta el biólogo.
A diferencia de la mayoría de las aves, el kakuy no hace nido y pone un solo huevo. “Lo pega con la misma sustancia gomosa que tienen los huevos en el hueco de alguna rama y allí lo incuban de día la hembra y de noche el macho”, explica Salinas. En esa misma rama se quedan con el pichón una vez nacido y durante el día giran a su alrededor para protegerlo del sol. A los 40 días el pequeño se emancipa y va en busca de su propio lugar.
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